Como ha venido siendo habitual desde su nacimiento, me ha tocado estar como fotógrafo del III Festival Hispanoamericano de Escritores. Si el año pasado, el aliciente era compartir momentos con Vasco Szinetar, este año, la particularidad venía porque el Centro de Fotografía Isla Bonita ha becado a una de mis alumnas, Stefania Mucci, para acompañar a Daniel Mordzinski, apodado “el fotógrafo de los escritores”.
Daniel fotografía muchos de los más importantes festivales de literatura alrededor del mundo, pero en este caso, a La Palma, venía con el objetivo de inmortalizar en lo que Enrique de Hériz acuñara una vez como «fotinskis» al resto de invitados del Festival.
La orografía de la isla hace que un trayecto de apenas treinta kilómetros, pueda suponer más de una hora de desplazamiento, y cuando Mordzinski fue consciente de ello, decidió renunciar al trabajo de scout previo que habíamos previsto para las sesiones.
La aún reciente muerte de uno de sus mejores amigos, el escritor Luis Sepúlveda, y los meses de inactividad a causa del confinamiento consecuencia del Estado de Alarma decretado por el Gobierno de España a causa de la pandemia de la Covid-19, le pasaron factura los primeros días, cometiendo errores impropios de su experiencia, como dejarse la tarjeta atada al ordenador y sólo disparando en JPG, pero según avanzaba la semana, la maquinaria volvía a estar engrasada.
Daniel ha trabajado muchos años en prensa, aunque fruto de diferentes conversaciones, me quedó claro que nunca se sintió realizado, pues su vocación tiraba más por el lado artístico.
Tanto es así, que cuando me pidió que lo retratara frente al Gran Telescopio de Canarias, su comentario fue: “este encuadre es muy de wire”, no sin cierto tono peyorativo.
Como artista, sus “fotinskis” se mueven en la línea de lo travieso, del juego, huyen del retrato convencional hasta el punto que, en ocasiones, el retratado ocupa una porción mínima del encuadre. Durante toda la semana, me asaltó la duda, aún no resuelta, de si las «fotinskis» representan más al fotografiado o a Mordzinski.
Las diferencias con el tipo de retrato editorial al que yo estoy acostumbrado, son más que notables, pues en mi caso, apenas tienes cinco minutos al acabar la entrevista para fotografiar al entrevistado, y cuanta más información consigas incluir en el mismo acerca del personaje, más conseguido estará el resultado. Sin embargo para Daniel, ese tipo de fotografía la considera «naif y demasiado directa».
La admiración que le profesan escritores de todo el mundo se retroalimenta en cada festival al que asiste, pues si bien su apodo se fundamentó en haber fotografiado en sus inicios a los “clásicos” como José Luis Borges, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar o Mario Vargas Llosa, los literatos que posan para él por primera vez, tienen la percepción de haber entrado a un club comparable al Olimpo de los Dioses. Por contra, Daniel explicaba a los escritores que él no tiene un talento especial, que sus resultados provienen del trabajo y de la experiencia.
Sin duda ha sido una semana en la que hemos trabajado codo a codo, con objetivos y responsabilidades diferentes, pero que sin duda ha resultado productiva para ambos, y también para el proceso formativo de mi alumna Stefania.