En la tarde-noche de ayer tuve el placer de estar en compañía de Jonathan Glez. y Arturo Rguez. Durante un breve espacio de una conversación mucho más larga sobre asuntos fotográficos, tocamos el tema de la mirada personal y la definición de un estilo propio, que sirvieron de caldo primigenio para las líneas reflexivas que os dejo a continuación.
Mis compañeros de Bellas Artes tienen una asignatura en el primer cuatrimestre del primer curso cuyo nombre es Cultura Visual, que dependiendo del profesor que la imparta, es de una manera u otra, habiéndolos desde los más analistas hasta los que exigen ser más creativo.
A ningún fotógrafo se le escapa que tener una cultura visual lo más vasta posible puede ser beneficioso cuando la fuente es contrastada, pero sin embargo, puede ser un arma de doble filo, sobre todo cuando se trata de hacer la documentación para un reportaje en concreto, puesto que el subconsciente te puede jugar malas pasadas y acabar repitiendo el mismo trabajo que otros han hecho.
¿Es repetir el trabajo que otros hacen un problema? Pues dependerá del estadío fotográfico en el que te encuentres. Como dice Tino Soriano: “es una estrategia recomendable para los fotógrafos que desean mejorar sus recursos. […] Luego, una vez asimiladas sus enseñanzas, conviene olvidarlas”.1
Llegados este punto, entra la mirada personal en la reflexión, que cada cual tiene la suya, basada en sus vivencias y entornos próximos, y tanto es así, que cuando Arturo nos propuso a Jonathan y a mí dibujar una montaña en una servilleta (sin ver la del otro) yo dibujé la silueta de un volcán, y él una montaña con varios picos. Plasmar esa mirada personal en tus fotografías contribuye a alcanzar el ideal que plantea Tino Soriano: “que alguien, al ver una fotografía no firmada, pudiera atribuir su autoría con cierta seguridad”.2
1: SORIANO T. Foto a Foto 02. 1ª ed. Madrid: JdeJ Editores, 2011. 255p. ISBN: 9788415131045
2: SORIANO T. op. cit.